Yangervis a sol y sombra

Este post no va a ser muy largo, ya que a veces más vale no intelectualizar demasiado los sentimientos.
Cuando volví al beisbol en 2015, después de unos cinco años de estar alejado, lo que yo extrañaba no era tan sólo el deporte en sí, sino los Padres de San Diego también. Los extrañaba porque son el único equipo con el cual tengo una conexión histórica y emocional. Ya son más de 7 años desde que no vuelvo a la ciudad de la bahía grande, y unos diez más encima desde que podía declarar que San Diego era la ciudad de mi residencia permanente. Me afirman que ya no es la ciudad que dejé hace 17 años, que ya no podría reconocerla; pero el haber nacido y crecido en San Diego me marcó para siempre y cuando empecé a ver al beisbol de nuevo el único equipo que quería ver, por la historia emotiva que conllevaba, eran los Padres. Sin embargo, se me hacía falta una conexión personal con el equipo actual de aquel entonces.
Precisamente por eso, al ver los partidos me llamó la atención un pelotero en particular - Yangervis Solarte. Acuérdese de aquel equipo de 2015: la temporada baja de Preller, el GM "estrella de rock;" las llegadas de cracks mediáticos como Wil Myers, Matt Kemp, James Shields, Craig Kimbrel, y Justin Upton; el pitcheo de Shields, Ross (All-Star el año anterior), Cashner, y Kennedy. Todo un roster de (supuestos) jugadorazos. Y de todo eso un humilde pelotero venezolano, algo gordito, con un apodo - Slowarte - que se centraba en uno de los huecos de su juego, era quien hizo que yo enamorara de nuevo con el equipo de mi juventud. Yangervis Solarte era quien hizo que los Padres volvieran a ser el equipo de mi vida.
Y fue así porque no hay en el mundo quien juegue con más felicidad que Yangervis Solarte. No es porque sea latino - rehuso caer en esa trampa estereotípica del jugador latino que juega con felicidad mientras sus co-equiperos blancos lo ven como un trabajo cualquiera. Hay peloteros que sí aman jugar y hay peloteros que no. No tiene que ver su país de nacimiento. Fácil sería pensar que todo jugador de las Mayores está feliz de poder jugar en las Grandes Ligas pero, como bien demuestra alguien como Khalil Greene, eso no es siempre la verdad. Solarte ama jugar al beisbol porque así es Yangervis Solarte.
¡Y que suerte tenemos nosotros por eso! Ver a Solarte jugar al beisbol es ver al amor manifestado en obra. Se repiten las frases, año tras otro, que la temporada es un maratón y que los seis meses de jugar son una rutina despiadada. Viendo a Solarte uno olvida de esas frases. Uno enfoca en la alegría que caracteriza su juego. Más de que eso, uno enfoca en la alegría que caracteriza su vida entera.
Mientras estuvo con los Padres Yangervis vivió quizás el peor momento de su vida - la muerte de su mujer Yuliette, madre de tres hijas, en septiembre de 2016. Solarte podía haber dejado de jugar lo que restaba del año, pero no lo hizo. Volvió al diamante el 24 de septiembre y, en su único turno al bate ese día, logró un hit:
Se notan las lágrimas en los ojos de Solarte. Se nota el trémulo en la voz de Dick Enberg. Aún ahora este video me pone emotivo. Qué fuerza. Qué amor. Qué puto jugadorazo.
En términos beisboleros, ver a Solarte jugar fue para mí amor a primera vista. Instantáneamente se convirtió en mi jugador favorito de aquel equipo de 2015, y con el paso del tiempo ya puedo decir que es mi jugador favorito de todos los tiempos. Más que Tony Gwynn, más que Ken Caminiti (aunque no por mucho...), más que Trevor Hoffman. No hace falta decir que me entristeció bastante su cambio a los Azulejos. Quería que él quedara con los Padres para siempre, pero como canta Calamaro: "todo lo que termina termina mal," y así fue.
Felizmente Yangervis está arrasándolo todo en Toronto, "viviendo su mejor vida" como dice me amigo Valiendo Padres. La relación Padres-Solarte se da por terminada, pero le estoy para siempre agradecido. Porque se me había olvidado del amor que define al beisbol y Yangervis Solarte, a sol y sombra, me hizo acordar.