Expansión y alteridad

A pesar de gozar de la tercera población más grande del mundo, una población con tal vez el poder adquisitivo más fuerte del mundo, es un hecho fundamental que cada liga deportiva de los Estados Unidos considera el crecimiento internacional como una pieza clave para asegurar el futuro de sus respectivos negocios. En el caso de la NFL, las garras ya están clavadas en Londres. La NHL ya juega partidos oficiales en los países nórdicos de Europa, siempre manteniendo una mirada fija hacia China y los Juegos Olímpicos de 2022. Ya son unos veinte años desde que la NBA se estableció como una liga con interés internacional, gracias a un tal Michael Jordan, el entonces atleta/vocero más famoso del planeta. Mientras tanto la MLB, custodio del deporte con más alcance internacional históricamente, rumia la posibilidad de expandir a la Ciudad de México.
Muchos son los argumentos en favor. El “ya no D.F.” es una de las ciudades más grandes no sólo de las Américas sino del mundo entero, hecho que implica unas cuantas certezas teóricas. Guita corporativa - guste o no el aspecto más importante para ligas deportivas en estos días - habrá. Una campaña de marketing bien dirigida podría construir una narrativa en la cual el club funciona como el equipo de toda la república mexicana, algo como lo han hecho los Azulejos en Canadá. La MLB hasta podría vender la idea de que el club representa a toda América Latina.
Pero también hay argumentos en contra. Por más que la ciudad ha sido una de las cunas del béisbol mexicano desde hace décadas (desde la perspectiva institucional), desde hace más que 15 años que la CDMX alberga sólo un club de la LMB, desde que los Tigres decidieron abandonar el metrópolis, primero para Puebla y luego para Quintana Roo. En contraste, son tres los clubes de fútbol de la capital que actualmente militan en la Liga MX. Conclusión: el beis tiene sus fanáticos pero en la vida social de la ciudad es un deporte nicho. La situación del estadio también presente problemas, ya que el tan anhelado y esperado Estadio AHH sólo tendrá una capacidad de ~20,000 espectadores, suficiente en el contexto mexicano pero insostenible para un equipo de las Grandes Ligas.
Esas son algunas de las razones por las cuales la MLB podría no expandir a CDMX. Pero creo que hay algo más que debemos tener en cuenta. Y tiene muy poco que ver con el beis en sí, y mucho que ver con la relación socio-política que existe entre México y los Estados Unidos…
Un ejemplo:
Otro ejemplo:
Este hombre se llama Todd Coffey y es uno de los protagonistas (por así decirlo) del libro The Arm, el (relativamente nuevo) trabajo de Jeff Passan. Salen decenas de libros de beisbol cada año. La mayoría de estos libros pasan por el mercado sin pena ni gloria, pero de vez en cuando sale un libro que se convierte en un punto de reflexión para toda la industria beisbolera. Libros como Ball Four, Moneyball, Juiced o, más recién, The Best Team Money Can Buy son ejemplos del tipo de libro a que me refiero. The Arm cabe dentro de este grupo: es tal vez el libro de beisbol más destacado de la última década. No hace falta que yo alabe el libro, ya que la importancia del trama y del analysis (en particular) son innegables. Tampoco quiero criticar el libro demasiado, porque me gustó leerlo y creo que Passan tiene mucho talento tanto como investigador que como escritor, lo cual no es muy común.
Sin embargo hay una frase hacia el fin del libro que me llamó la atención. A sus 35 años Todd Coffey ya no generaba interés cualquiera en la MLB, así que fichó con los Diablos Rojos del México de la LMB. Si eres hincha de los Diablos capaz que te suene familiar el nombre. Como bien se puede ver, Todd Coffey no es un hombre esbelto. Pero como el béisbol es un deporte para todos, la condición física de Coffey no era, en sí, un problema. El problema era que Coffey no se lució. Lanzó 9.2 entradas, y tuvo un WHIP de 1.448. Tras 11 partidos Coffey sufrió una lesión de la rodilla. El libro de Passan explica lo que pasó después diciendo que los médicos del equipo querían inyectarle a Coffey con algo - una sustancia nunca especificada - y Coffey decidió que no y, poco después, volvió a los Estados Unidos. Según el libro, Coffey decidió abandonar México porque no confiaba en los médicos, no confiaba en la manera en que ejercían su profesión. No hace falta que Passan esclarezca si esa falta de confianza se limitaba al club donde Coffey militaba o si se extendía a todo el país.
En fin, ¿de qué voy? En una frase: estoy convencido de que, a pesar de todo, México (como toda América Latina) aún no existe para la MLB. ¿Qué quiero decir con esto? ¿Cómo es que no puede existir América Latina si casi un tercio de los jugadores profesionales son latinos? Pues, estoy hablando del concepto de “Otherness,” en castellano “alteridad” o “otredad.” La MLB no ve a México independientemente sino siempre en relación con sigo mismo. De cierta manera, las Grandes Ligas se definen a través de su relación con las ligas de América Latina en general, y la LMB en particular. La MLB y los países que la albergan son del primer mundo, son blancos, son ricos, y pueden confirmar estos hechos porque pueden compararse con la LMB y con México. México es pobre, es indígena, es violento, es el otro. La MLB es el ser y México es el otro; el ser es privilegiado, el otro es desgraciado. El ser sabe lo que es porque sabe que no es el otro.
Para los estadounidenses, la relación Estados Unidos-México sólo va por una dirección - del sur al norte. Nosotros visitamos a México en busca del ocio pero siempre volvemos a casa, ellos vienen a los EE.UU. en busca del empleo y nunca vuelven a su país. Somos nosotros quien queremos construir (mejor dicho, hemos construido) un muro, el gran rompeolas que detendrá la marea humana. Es igual en el imaginario del béisbol: un pelotero no va a México en busca del éxito, va en busca de su último chance. Ese pelotero no juega en un club específico, más bien él “bounces around in Mexico.” Hablar de clubes daría especificidad al país, y hablar de México no significa hablar de un país sino de una idea - la del fracaso. Y nadie quiere que el fracaso tenga especificidad.
Capaz que la MLB tenga México en sus planes de expansión. Incluso es posible que la MLB necesita que CDMX esté. Pero el beis es un deporte conservador y, dado el origen de muchos peloteros gringos (y todos los dueños), refleja el conservatismo innato de la sociedad norteamericana. Para nosotros México es el otro porque así lo queremos, porque así lo necesitamos. Hasta que los Estados Unidos ya no considere a México como el otro, hasta que las palabras México y fracaso no sean sinónimos, ¿cómo podemos esperar que la MLB tenga una perspectiva diferente?